12.1.06

3. El caos

Horas, horas inconsolables, vacías horas. La sal arde en las acequias desiertas.

No dan sus voces los animales y el pan no viste de promesa el mesón del hogar.

No hay lumbre ni conjuro para la bruma de la tarde y el cielo desciende en una espiral de antorchas.

En el aire pudre la nata del tedio sus hilos de vieja araña sin memoria.

En las ramas desnudas no canta el coro a capela de la brisa y nadie habita la luz.

La tarde sestea en inmóviles caballos y duda el río en su cauce y se detiene.

Y tú aún no eres signo, no estuviste lo suficiente para que el mundo te ignore.