3. El caos
Horas, horas inconsolables, vacías horas. La sal arde en las acequias desiertas.
No dan sus voces los animales y el pan no viste de promesa el mesón del hogar.
No hay lumbre ni conjuro para la bruma de la tarde y el cielo desciende en una espiral de antorchas.
En el aire pudre la nata del tedio sus hilos de vieja araña sin memoria.
En las ramas desnudas no canta el coro a capela de la brisa y nadie habita la luz.
La tarde sestea en inmóviles caballos y duda el río en su cauce y se detiene.
Y tú aún no eres signo, no estuviste lo suficiente para que el mundo te ignore.
No dan sus voces los animales y el pan no viste de promesa el mesón del hogar.
No hay lumbre ni conjuro para la bruma de la tarde y el cielo desciende en una espiral de antorchas.
En el aire pudre la nata del tedio sus hilos de vieja araña sin memoria.
En las ramas desnudas no canta el coro a capela de la brisa y nadie habita la luz.
La tarde sestea en inmóviles caballos y duda el río en su cauce y se detiene.
Y tú aún no eres signo, no estuviste lo suficiente para que el mundo te ignore.
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