14.1.06

1. La voz

Alguien pulsó un corazón con voz de apremio. De ese corazón viene mi sangre.

En mí se instaura el aroma de hojas fricativas del jade, buscado centro de las brújulas del azar.

Yo que era dos divisos e ignotos, soy una palabra que crece con prisa de anémona en curvos cartílagos.

Saurio mayor, mi silencio busca la luz. Y es mi reino esta cálida penumbra.

La incertidumbre es su imagen, la cúpula de un cielo raquídeo que mi estupor contempla.

Lejos del azur, un delicado tono rosa. Lejos de los astros, las raíces de urdimbre verdusca.

Aéreas, esteladas en su red, las raíces se pierden a la pesca de los arcos de la cúpula.

Estoy despierto. Mi vigilia la entraña líquida del nadir. Vivo en un mar. Mi mar se llama Amnios.


Habito en precario este mundo de sales bienhechoras. Me alimenta una sonda que estalla en medusa fértil.

Viene a mí domesticada y nutricia como una huerta. Entre el cielo y mi mar, ella es el cometa que me guía.

Amnios mi mar está en un cuerpo. El cuerpo habita un mundo. Sospecho que hay otros mares en el mundo aquel.

En ese mundo habrá otros cuerpos, y en esos cuerpos habrá otro mar y en ese mar otra criatura.

Una burbuja de fibras como yo. Y en esa criatura, como en mí, palpita un pequeño triángulo.

Ahora apunta hacia arriba con su ápice obstinado. Ahora apunta hacia abajo con su corona de sueños.

Amnios, mi mar. Casa de las transformaciones para el rey de los disfraces. Yo soy la voz.